La periodista Guadalupe Camacho nos comparte una de sus anécdotas en Brasil, donde el calor, la noche y los brasileños le dejaron una bonita experiencia. Por su puesto Guadalupe se protegió, así que si estás vacaciones tú te encuentras en una situación similar, no olvides usar condón para evitar el contagio de una infección de transmisión sexual y un anticonceptivo de largo plazo para evitar un embarazo no planificado. Tú como Guadalupe, ¡Cuídate!
Gracias Ipanema porque arropaste una de las noches más sexuales de mi vida. La anécdota comienza horrible, así que aquí no se aplica el dicho: “Lo que mal empieza mal termina”. Por el contrario, a medida que pasaba la noche en Río de Janeiro, se incrementaba la magia sensual, ¡¡oh sí, los brasileños saben lo que hacen!!! La historia comienza así:
Un amigo fotógrafo, que vive y trabaja en Brasil, pasó por mí y otros colegas a nuestro hotel para dar una vuelta por Ipanema, uno de los barrios más bellos -junto con Copacabana- en Río de Janeiro. Llegamos a un bar con tres plantas, en la primera había varias mesas de billar, mesas para cenar y un ambiente bastante fresa.
Subías unas escaleras y en el segundo piso estaba la pista de baile y barras para las bebidas, había mucha gente y algunas mujeres bailaban solas, otras acompañadas de hombres o de mujeres. En el tercer piso se ubicaba un escenario, esa noche se presentaba un grupo popular y local. Así que nos instalamos en el segundo piso.
Mi amigo fotógrafo iba con su novia, nos mostraban cómo funcionaba ese bar. “Allí están los baños”, “si tienes ganas de sentarte te recomiendo la planta baja”, “las cervezas son de medio litro”, “cuando bailes puede acercarse un muchacho, acompañarte en el baile y tener un ‘faje’” o “puedes bailar con él y si no te ‘late’ para algo más, le dices que no y se va, solito, ya no te insiste”.
Wow, las brasileñas son las que llevan el mando, pensé. La noche transcurrió pésima. Nadie bailaba conmigo, nadie me prestaba atención, ni siquiera una leve y mundana sonrisa…. “Mejor vámonos”, le dije a mi amigo y su novia, además, todos los demás mexicanos (salvo uno) ya se habían ido. Y, además, tenía hambre.
“Esperamos a que comience el toquín, el grupo te va a gustar, si no nos vamos”, me respondió mi amigo fotógrafo David, de origen chilango. Tras tres canciones, comenzó el baile, que guapos son algunos brasileños, la mezcla de razas hace que sus rostros y cuerpos sean casi perfectos. Yo me dedicaba a admirar su belleza, su cadencia para bailar, sus ganas de cuidar su cuerpo y su simpatía.
Entonces, de la nada, el otro mexicano (que aún quedaba) me dice que le invite otra cerveza, cuando lo miré me di cuenta que ya estaba un poco pasado de copas. “Ya no tengo dinero, sólo traigo para el taxi de regreso”, le respondí con una mentira. La verdad me choca financiar a aquellos que no saben beber y ni son amigos.
“Ah, ¿no me vas a invitar una cerveza?”, me dijo mientras me jaloneaba el brazo. “¡No! y suéltame”, respondí gritándole. De pronto, un grupo de chavos, como tres o cuatro, se acercaron a nosotros y uno preguntó: “‘Tudo bem’”. Yo no hablo portugués, pero sí algo de “portuñol” (mezcla de portugués y español), y le respondí: “sí”, pero en ese momento me arrepentí porque verdaderamente me molestó la actitud del “compañero”.
“Como o seu nome”, me preguntó nuevamente el mulato precioso. “Guadalupe, soy mexicana”, respondí y ¿voce? Douglas, contestó y parece que le gustó que fuera extranjera. Y desde ese momento nos volvimos inseparables (claro las próximas 8 horas, jajaja). Bailamos (bueno él me bailó), bebimos unas cervezas, cenamos unos bocadillos y se deshizo del compañero “mala-copa”.
Busqué a mi amigo fotógrafo y le comenté que me iría con él, se enojó, le pidió su número telefónico a Douglas, lo interrogó y lo volvió a interrogar, comprobó lo que él decía y me dijo: “Te estaré vigilando, no confío en los brasileños (pero bien que andaba con su novia, linda y hermosa brasileña)”. Después los cuatro nos fuimos a remojar los pies a la playa de Ipanema, el agua estaba bastante fría (como la que se siente en invierno en Los Cabos, Baja California), Douglas y yo caminamos y nos besamos intensamente, me abrazó mega cachondo, revolvió mi cabello y con sus manos fuertes y grandes sujetaba mi cara para verme muy cerca.
En mi pésimo portugués y en su mal español, este maestro de futbol de una escuela (qué cliché, lo sé, pero es ¡verdad!) y yo decidimos tener sexo. Buscamos una farmacia abierta, compramos unos condones y nos fuimos a darle rienda suelta a la imaginación. David, mi amigo y su novia nos dejaron a la puerta de mi hotel.
En la cama, Brasil hizo su magia, posiciones sexuales increíbles (nunca pensé que yo fuera tan flexible), besos que te llevan al cielo estrellado de Ipanema, orgasmos y caricias perfectas. Cuando se fue, casi al amanecer, pensé en la canción “Garota de Ipanema” (muchacha de Ipanema) y creí que era injusto que la melodía hiciera alusión a la belleza femenina de las mujeres de la región. Y que no haya nada para destacar la sensualidad de sus hombres, ellos también necesitan un himno que les aplauda su habilidad en la cama, las ganas de compartir su cuerpo y de hacerte sentir la reina de la noche.
Con información de la periodista Guadalupe Camacho