El próximo 8 de marzo se está organizando una huelga de mujeres en más de 30 países del mundo. Un día sin mujeres, lo están llamando algunas organizaciones. En la CDMX se ha organizado un paro para el miércoles 8 de marzo en el Ángel. Habrá un plantón de 12 a 5pm y luego una marcha del Ángel al Hemiciclo a Juárez de 5 a 7pm. Vayan si pueden, si no, hacer visibles sus exigencias de otra manera.

Uno de los propósitos de este paro es visibilizar las múltiples contribuciones que realizan las mujeres a la sociedad. Entre ellas, las labores de cuidado, mismas que desproporcionadamente aún caen sobre sus hombros (en México, según el INEGI, las mujeres realizan el 77% de estas labores que, según la misma institución, equivalen al 24.2% del PIB nacional).

La invitación es a que el 8 de marzo las mujeres se rehúsen a realizar esas funciones. Nada de cocinar, lavar, limpiar, comprar, organizar, coordinar, planchar, vestir, escuchar, apapachar, coger, consolar (según sea la relación de la que se trate). ¿Suena trivial? Quizá. Pero la realidad es que estos cuidados son lo que permiten el desarrollo de nuestras vidas. Tanto que muchas mujeres no pueden parar porque saben que quienes dependen de ellas verían sus vidas en riesgo. Parece que es más fácil paralizar una fábrica que una casa con niños. Qué estructural es el asunto del cuidado que la misma protesta política se revela por lo que es: un privilegio de quienes no tienen que estar pendiente del cuidado de alguien más. Ser un ciudadano activo depende de que no se tengan esas “preocupaciones” cotidianas. Qué cabrón.

 

“Que pare el mundo porque nos están matando, que pare el mundo porque no funciona sin nosotras, que paren las calles hasta que podamos transitar seguras, que paren los feminicidios porque nuestras vidas no están a disposición de otros”. #YoParo#NosotrasParamos. Se pensaría que éste es un lema de protesta por los feminicidios en Chihuahua o Guerrero o el Estado de México, pero no, es un lema internacional que convoca a que el próximo 8 de marzo se realice un paro mundial inspirado en “el día libre de mujeres de las islandesas en 1975”, que protestaban por el trabajo doméstico no visibilizado. El objetivo principal es convocar a la unidad por la lucha de las mujeres, para garantizar una vida sin violencia de ningún tipo.

La iniciativa empezó en Argentina por el incremento de los feminicidios, pero rápidamente se han sumado a la convocatoria 30 países, entre ellos: Australia, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, República Checa, Ecuador, Inglaterra, Francia, Alemania, Guatemala, Honduras, Islandia, Irlanda del Norte, República de Irlanda, Israel, Italia, México, Nicaragua, Perú, Polonia, Rusia, El Salvador, Escocia, Corea del Sur, Suecia, Togo, Turquía, Uruguay y Estados Unidos.

La convocatoria al paro internacional de mujeres este marzo de 2017 no llamaría la atención y, tal vez, sería vista como una acción más de las que se organizan cada año para conmemorar el Día internacional de la mujer, pero no es así. Hoy hay un factor que cambia la perspectiva de la conmemoración y tiene nombre y apellido: Donald Trump. El actual Presidente de Estados Unidos se ha convertido, paradójicamente, en el actor de unidad y potencializador de la solidaridad internacional de las mujeres desde que era candidato. Su actitud y discurso discriminador en contra de las mujeres no sólo ha generado un movimiento sin precedente en su país, sino también ha motivado a que se enciendan los focos rojos en diversas naciones en donde las organizaciones feministas ven amenazados los avances de la generación de una nueva cultura de la no discriminación contra las mujeres.

Cuando Amartya Sen analizaba las relaciones globalizadas que se generan en el mundo contemporáneo advertía que: “… Estamos crecientemente vinculados no sólo por nuestras mutuas relaciones económicas, sociales y políticas, sino también por las preocupaciones compartidas, inciertas, pero de largo alcance, por la injusticia y la inhumanidad que desafían nuestro mundo, y la violencia y el terrorismo que lo amenazan” (La idea de la Justicia: 2009). De esta forma, la aparición de Donald Trump como un actor que discrimina con el discurso y sus acciones ha generado una reactivación del movimiento por la igualdad y la no violencia hacia las mujeres en el mundo.

Este fenómeno se ha hecho más visible en las movilizaciones realizadas recientemente en Estados Unidos de América cuando cumplió un mes la nueva administración, pero ha habido otras acciones como la de la empresa Reebok, que lanzó a la venta una playera anti-Trump con la leyenda: “Nevertheless, she persisted”, en alusión a lo sucedido a la senadora demócrata Elizabeth Warren, quien fue silenciada cuando intentaba leer una antigua carta de Coretta King. La playera se agotó inmediatamente y las ganancias serán enviadas a Women’s March para apoyar la lucha por los derechos de la mujer, y que también participa en esta convocatoria de paro internacional.

Seguramente la efervescencia política que prevalece en el país vecino del norte no es la misma que en el nuestro, pero la discriminación y violencia contra las mujeres sigue latente pese a los avances que se han logrado en la lucha por la igualdad política de ellas y pese a los esfuerzos de algunos secretarios de Estado como Miguel Ángel Osorio Chong por enfatizar en sus discursos de forma constante la lucha por la igualdad de género y la no violencia hacia las mujeres.

Un ejemplo claro de esta discriminación y falta de justicia es el caso de las tres mujeres indígenas de la etnia hñähñú Jacinta Francisco, Alberta Alcántara y Teresa González, quienes fueron detenidas y sentenciadas por el delito de un secuestro que no cometieron y que, por lo cual, en esta semana la Procuraduría General de la República tuvo que emitir una tardía disculpa pública por medio de su titular, Raúl Cervantes.

 

Con información de El Universal y Excélsior

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