Por Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana.
Mi esposo es un estadounidense y cuando le pedí que se hiciera la vasectomía me dijo que sí. “Sin problema, hago la cita”. Hizo la cita y después de cancelarla dos veces pensé que nunca se la haría, que saldría con cualquier excusa.
“¿Por qué la cancelas?”, le pregunté la primera vez. Respondió que tenía un día complicado en el trabajo y que no podría acudir. La segunda vez la canceló porque murió un amigo mío: Roberto Marmolejo, y estuvo conmigo durante mi duelo.
La tercera es la vencida, dijo una noche de julio. Así que acudimos a la cita, él manejó hasta la clínica, donde le dieron los resultados de unos estudios sencillos de rutina. Le di un beso y le dije: “Nos vemos en unos 15 minutos”. Él fingió estar tranquilo, pero noté su nerviosismo.
Ya habíamos investigado en internet cuánto tiempo dura la vasectomía, cómo la realizan en el lugar que se la harían y también ya había platicado con el doctor previamente, así que todo estaba en orden.
Al cabo de 20 minutos, la enfermera me dijo que ya me lo podía llevar a casa. Entonces, fui hasta una pequeña sala de recuperación donde estaba solo. Le pregunté a la enfermera cuántas vasectomías hacían cada mes y me comentó que aproximadamente ¡dos! Me parece increíble que los hombres no se realicen este sencillo procedimiento.
“¿Cómo te sientes?”, le pregunté a mi esposo. “Como si nada, crees que siga la anestesia en mi cuerpo?”, me dijo. “Yo creo que sí, pero te darán algún medicamento para el dolor, así que no te preocupes”, contesté.
Le di muchos besos y ya para salir ¡nos dieron una silla de ruedas!, ni que lo hubieran operado de la columna vertebral. Sólo le dieron dos micro puntadas y listo (me las enseñó antes de salir de la clínica). Pero bueno, lo llevé hasta el auto y manejé, puse música que le gusta y le tomé la mano en varias ocasiones. “No more baby for us” me dijo con una sonrisa franca.
La vasectomía de mi esposo no sólo significa que no tendremos más bebés, sino que podemos tener sexo cuando queramos sin preocuparnos de un embarazo, de que el preservativo se rompa, o de que se me olvide tomar la píldora.
Ya en casa, vimos una película y estuvimos de lo más tranquilo, platicando y riendo. “Me siento muy contento”, dijo. Y tiene razón: los hombres que deciden hacerse una vasectomía les queda claro que su hombría no están relacionada con el número de hijos que tienen (y que ojalá mantuvieran), ni con el número de novias, esposas o amantes que embarazan y abandonan.
Antes de poder tener sexo sin miedo al embarazo, el médico que le hizo el procedimiento le recomendó que tuviera 30 eyaculaciones a fin de eliminar por completo los espermatozoides que aún queden, al paso de ese tiempo, de acuerdo con el doctor, no tenemos riesgo alguno.
Cuando le platiqué a mis amigas que mi esposo se había hecho la vasectomía, una de ellas me preguntó los detalles y aseguró que le iba a pedir a su esposo que se la hiciera porque gastaba cerca de 3 mil pesos al mes en anticonceptivos. Los cuales la hacían sentir mal: “me duele la cabeza, me siento de malas y yo no soy así”, afirmó.
Lamentablemente en México y en el resto de los países latinos se hacen pocas vasectomías. Los líderes en este tema son: Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda, Buthán y Holanda. No obstante, siguen los esfuerzos y este 17 de noviembre se celebrará por primera vez en México el Día Mundial de la Vasectomía y tiene como fin educar a los hombres, pero también a las mujeres en torno al mundo de la vasectomía. ¡Habrá pláticas, conferencias e incluso vasectomías gratis!
Y créanme, ¡¡la vasectomía sí cambia la dinámica sexual y erótica de la pareja!! Gracias a John Hunter quien en 1775 comenzó a impulsar la vasectomía.
A partir de enero de 2018, en Marie Stopes retomaremos el servicio de vasectomía; mientras tanto, seguimos proporcionando anticonceptivos de largo plazo.
Con información de Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana.