Hace poco le llegaron unos chocolates a una amiga por el día de su cumpleaños . “Me enviaron a casa unos chocolates con una tarjeta muy mona, la envió un chavo del trabajo que no me gusta nada, ya le he dicho mil veces que no quiero nada con él, pero insiste. Así que el lunes le regreso sus regalos”, dijo Carmen delante de otras tres amigas.

Una de ellas afirmó: “no le regreses nada, si te los regaló son tuyos”. “Regrésaselos porque después vas a quedar en deuda con él, porque siempre los hombres creen que con sus regalos estamos las mujeres obligada a aceptar una cena, un beso o hasta un cojín”, argumentaba otra de las amigas presentes.

Comenzamos el debate y no llegamos a ninguna conclusión porque depende de la experiencia de cada chica. Pero lo que sí hizo mi amiga Carmen fue regresarle los regalos al tipo, y grabó con su celular el audio del encontronazo.

“¡Hola preciosa! recibiste mis regalos por tu cumpleaños, dime que sí te gustaron”, dijo el compañero de trabajo de mi amiga, apenas la vio llegar a la oficina (y lo dijo delante de todo mundo, como para que se enteraran) “Gracias por tus regalos, pero no los quiero así que aquí los tienes”, dijo mi amiga, fuerte y claro.

En eso se escuchó un ufffff prolongado, de burla y simplón, murmullos de los demás compañeros. “Son tuyos hermosa, no tienes qué regresármelos, los compré con mucho cariño para ti. Ya sabes que me gustas mucho y sé que pronto caerás a mis brazos”, dijo insolente el conquistador.

Allí terminó el audio que nos mostró Carmen  porque apagó el celular y fue a recursos humanos de su empresa a poner la queja. “La directora de recursos humanos me dijo que no hiciera tanto ‘drama’ que mi compañero era un chico lindo, inteligente y que debería estar agradecida por sus intenciones”, nos contó enojada y con justa razón.

“Ahora resulta que tengo que aceptarle al tipo lo que no quiero, estoy furiosa con él, con algunos compañeros y con la de recursos humanos porque todos creen que está ‘chido’ este tipo de acoso. Él no es penoso, por el contrario es seguro de sí mismo y todo el tiempo se la pasa mirándome, queriendo hacer la plática y se entromete en todo lo que tiene que ver conmigo”, insiste Carmen.

¿Entonces? Las amigas tratamos de darle varias soluciones: “que le de una ‘calentadita’ tu hermano, sí que le ponga una madriza”, “cámbiate de trabajo”, “búscate un novio”, “denúncialo a las autoridades”, “vamos todas a confrontarlo”, “le das entrada y luego, a la mera hora, te burlas de él”…

“Pues que el señor no tiene derecho a hacer comentarios de mi, de mi cuerpo, de mi ropa, de mi maquillaje, de mis amigos, de mi familia, ni de nada mío. Él no es nadie para mi y quiero que se vaya mucho a la chingada, entonces iré a recursos humanos de nuevo, pero esta vez con mi acta levantada a las autoridades a ver si así me hacen caso”, concluyó Carmen.

¿Y qué creen? Le llamaron la atención a ella por “exagerar” su percepción…. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos? ¿Qué procede?

En Marie Stopes apoyamos a las mujeres a expresar lo que no les parece, a decir no cuando no quieren, a no aceptar lo que no quieren y si algo no te gusta, dilo, denúncialo.

Con información de Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana

 

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