La periodista Guadalupe Camacho nos comparte los machismos y micromachismos que ha presenciado y vivido  en su vida y alza la voz con un «ni puta, ni princesa, somos mujeres preparadas». Aquí su relato:

“Buenos días, me comunica con el licenciado ‘fulano de tal’”, escuché al otro lado de la bocina a un señor que llamó a la oficina que me habían asignado. “El licenciado ‘fulano de tal” ya no trabaja aquí, puedo ayudarle en algo”, respondí. “Señorita, me comunica con el jefe de prensa, por favor”, respondió. “Soy yo. Dígame. A sus órdenes”, le indiqué. “¿Es usted?”, preguntó un tanto asombrado. “Sí, quién habla y cómo puedo ayudarle”, insistí.

“Muñeca, qué gusto, habla su servidor ‘tal y tal’ fíjese que estoy interesado en concertar una cita con usted, ¿le queda bien cenar este jueves?”, expresó el señor.

“Agradezco su llamada, pero por favor no me llame muñeca, el objetivo de la reunión es…?” contesté. “No se enoje ‘princesa’, usted es una mujer seguramente muy ‘chula’ y no está bien que haga corajes”, respondió y remató con: “su antecesor, el licenciado ‘fulano de tal’ no se enojaba”.

“Entiendo perfectamente señor ‘tal y tal’, pero a mi antecesor, licenciado ‘fulano de tal’, usted no le decía muñeco, príncipe o chulo, ¿me equivoco? Prefiero que me llame Maestra Camacho, porque ese es el título que tengo.

“Ah, ¿es usted Maestra?”, preguntó intrigado. “Sí, dos licenciaturas y una Maestría, entonces soy maestra, le agradecería mucho si me dice el motivo de su llamada”, respondí cordialmente y a partir de allí este señor se dirige a mi como “maestrita” (¡¡¡¡toing!!!!).

Nunca he comprendido porque los hombres (y algunas mujeres también, no se hagan) creen que las mujeres somos princesas, muñecas, hermosas, preciosas, bonitas, bellas, nenas, chulas e incluso bebés. Y que, en el trabajo, nos gusta que se dirijan a nosotras con esa forma y si no aceptamos esa serie de calificativos, somos unos monstruos, unas brujas desgraciadas.

Sí, para muchos sólo los hombres que trabajan son los licenciados o los ingenieros, pero las mujeres trabajadoras somos “princesas”, o si bien nos va se refieren a nosotras como “señoritas”.  ¡Qué patético!. Nunca les viene a la cabeza, que las mujeres nos licenciamos igual o más que los hombres (de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -OCDE-, en México en 2013, sólo se graduaba 25% de quienes cursan la licenciatura y de esa cifra 60% fueron mujeres, y sólo 4% de los universitarios hizo una maestría).

Comencemos a cambiar esa mentalidad y apoyemos a las mujeres que buscan estudiar y acceder a un trabajo fuera de casa. A las mujeres no nos gusta que nos digan princesas, salvo tal vez la pareja amorosa y en determinados momentos de la relación. Por tanto, conduzcámonos como profesionales y ejecutivos. Apoyemos la comunicación efectiva dentro de nuestros centros de trabajo, y dejemos a un lado estos calificativos machistas que denigran la profesionalización de las trabajadoras mexicanas, quienes son altamente juzgadas porque trabajan fuera de casa y acceden a puestos directivos.

Sin embargo, también está el otro lado de la moneda: “seguramente ella tiene ese puesto porque anda con el jefe (dueño o directivo) es una ‘zorra’, una ‘cualquiera’ y una ‘piruja’, por eso es la jefa”, he escuchado a muchos hombres (y mujeres) cuando se refieren a una mujer líder en su empresa.

Señores, ni princesa ni puta, las mujeres tenemos las mismas capacidades y habilidades para desarrollar una profesión. Incluso, está comprobado que las mujeres somos mejores administradoras, organizadoras y líderes, ya que esas aptitudes las hemos ido desarrollando en la universidad pero también durante el trabajo que realizamos en casa (sí el doméstico) y del cual estamos “casi obligadas” a llevar a cabo desde la adolescencia.

Cuando llegues a tu trabajo y alguien quiera hacer menos tu capacidad, mándalo a volar con tu inteligencia y con tus aptitudes. Para pronto, perdónales la vida, ya que en el mundo laboral mexicano aún hay muchos, muchísimos machos todavía y hay que educarlos. Recordemos que lo que se aprende en casa no es norma social, mucho menos laboral.

En Marie Stopes te invitamos a ser dueña de tu futuro con un método anticonceptivo de largo plazo, y así concretar los planes de licenciatura o maestría que tengas en mente. Solo tú elijes, solo tú eres la dueña de tu destino, de tu vida personal y profesional.

Con información de la periodista Guadalupe Camacho.

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