Aunque comenzaron de «free», Malena pensó desde el principio que Paul era un caballero. La ilusión empezó a desmoronarse cuando, en tono de broma, él le decía que la ropa que usaba era inapropiada.
“Le pregunté ¿por qué? y me dijo que mis shorts y faldas cortas podían atraer miradas de hombres. Que, de seguro, era para ligar en todos los lugares a donde iba.
Yo me molesté con él por esa absurda escena de celos y me pidió perdón, que solo había sido una broma.
Un día que fui a visitarlo y él tenía que salir, me dijo que lo esperara en su departamento. No supe qué pensar cuando me di cuenta que me había encerrado con candado.
La explicación que me dio fue «que su barrio era muy peligroso y que por mi seguridad era mejor así, estar bajo candado».
Como todo hombre violento, Paul tiene el don del convencimiento y siempre me hacía pensar que yo era la exagerada y que todo era mi culpa.
Ese fue el comienzo de muchas situaciones desagradables que viví con él (echarme en cara la diferencia social, prohibirme poner ciertas fotos en mi perfil de whatsapp, sentirme obligada a enviarle mis ubicaciones, etc.), una serie de maltratos psicológicos que me tenían demasiado angustiada.
Durante los meses que estuve con él bajé 10 kilos.
Pero me cansé. Decidí romper la relación y dejarlo definitivamente, porque me estaba matando esta situación de sentirme la peor mujer del mundo, la que no merecía nada, ni siquiera respeto.
Cuando le comuniqué mi decisión, Paul me dijo que no era su culpa, si no la mía, por ser rencorosa y no perdonarle sus bromas.
Aún estoy en proceso de recuperarme, pues me ha costado mantener firme mi decisión. Lo que me anima a seguir es que nunca es tarde para comenzar a reconstruirse una misma.
Malena* (mexicana, 20 años) compartió su historia con el objetivo de darle ánimo a otras jóvenes que, como ella, sin darse cuenta pueden caer en el círculo de la violencia.
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Con información de Hablemos de Sexo
