Los besos son como pepitas de oro halladas en tierra y sin un gran valor, pero preciosas porque revelan que cerca se encuentra una mina; no sólo resultan el roce húmedo de los labios, son, como la magia, un truco encantado para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas, cuando el momento esconde una explosión hormonal.
Los labios son una de las zonas más sensibles del cuerpo, en ellos se concentran la mayor cantidad de células receptoras y nervios sensoriales. Debido a esas terminaciones adquieren ese color rojo característico que los hace, además, apetecibles. No sólo se trata de tener labios sensuales, pues los besos ayudan a los humanos, en especial a las mujeres, a recibir información reproductora.
Según el antropólogo Desmond Morris, el acto del beso se lo debemos a las madres primates, quienes masticaban el alimento y se lo pasaban a sus hijos a través de la boca. Debido al gran interés que el acto de unir los labios provoca, QUO publicó 10 cosas que no sabías de los besos.
La mayoría de las veces, los besos son el preámbulo de un encuentro amoroso, en Marie Stopes te recomendamos estar preparado con un método anticonceptivo de largo plazo y el uso del condón para evitar embarazos no planificados.
Otorgan información genética
Una mujer obtiene información sobre las condiciones físicas de cualquier candidato a padre de sus hijos, y el hombre detecta si la mujer es fértil e incluso en que momento de su ciclo está. Pero resulta que los hombres prefieren besos de tornillo (con la boca abierta y lengua) porque tienen menos sensibilidad bioquímica. Necesitan muestras más grandes de saliva para sacar sus conclusiones. Ésta es la razón por la que besar no garantiza el éxito, pero hacerlo mal casi seguro lleva al fracaso, explica Gordon Gallup, un especialista en comportamiento de la Universidad de Albany, y autor de La psicobiología del beso romántico, el estudio multidisciplinar sobre este gesto más completo realizado hasta ahora.
Fuerte detonador de excitación
Durante el acto del beso el hombre pone testosterona en la boca de la mujer. Después de algunas investigaciones se comprobó que esto es un importante detonador de la excitación sexual. Muchos animales y plantas usan feromonas para comunicarse con otros miembros de la misma especie. En el mundo animal existe un órgano, el vomeronasal, cuya misión es detectar estas hormonas, mientras que en el ser humano, el beso es el modo más eficaz de traspasarlas.
Incluyen hormonas vaginales
Al parecer, la saliva de la mujer incluye hormonas vaginales: copulinas, en las que se han encontrado altos niveles de testosterona, una hormona que incrementa el apetito sexual en el hombre. Ambas sustancias (testosterona y feromonas) desempeñan un papel esencial en el cortejo, la excitación sexual y la procreación humana.
Saliva protectora
Según el neurólogo de la Universidad de Edimburgo: Gareth Leng, la oxitocina también ayuda a forjar lazos entre amantes tras el primer beso. Y es que esta hormona también se libera al juntar nuestros labios. De hecho, según Leng, una exposición prolongada a la oxitocina es mucho más eficaz que el elíxir amoroso más potente. Al explicar cómo se enamora el cerebro, Leng señala que, al igual que ayuda a afianzar el vínculo entre una madre y su bebé, la oxitocina funciona como interruptor central, capaz de cambiar miles de conexiones neuronales y predisponer al amor.
Reduce el estrés
La psicóloga inglesa Wendy Hill comparó los niveles de dos hormonas: oxitocina y cortisol, en 15 parejas antes y después de besarse. Wilson creyó que aumentarían los niveles de oxitocina en las mujeres. Sin embargo, se encontró que estos niveles aumentaban sólo en los hombres. Resulta que las mujeres se sintieron cohibidas al saber que estaban siendo observadas. Sin embargo, el cortisol descendió en ambos sexos sin distinción, lo que demuestra que besarse desestresa.
Son adictivos
Un beso apasionado aumenta el pulso y la presión arterial, dilata las pupilas y la respiración se hace más profunda. Según la antropóloga Helen Fisher, el cerebro de los amantes registra mayor actividad cerebral en las regiones que guían el placer, la motivación y la recompensa. Las mismas que se activan por adicción.
Reducen las alergias
Según un estudio japonés, 30 minutos de besos apasionados podrían ayudar a controlar la alergia al polen; besarse reduce la producción de histamina, sustancia química segregada como respuesta alérgica al polen.
“Desata” lo emocional
Según un estudio de la Universidad de Stranmillis, en Belfast (Irlanda del Norte): “Torcer la cabeza hacia el lado derecho revela nuestra mejilla izquierda que, a su vez, está controlada por la parte más emocional de nuestro cerebro”. Según ellos, si alguien te besa torciendo la cabeza hacia el lado izquierdo, ¡cuidado!, pues podría estarlo haciendo sin sentir emoción. Así que, ahora mismo, lo que deberías hacer es buscarte una pareja, cerrar los ojos y dejarte arrastrar por un beso apasionado, que es bueno para el corazón y mejora la molesta alergia al polen.
Los asociamos con el calor materno
¿Has visto hacia qué lado tuerces la cabeza para besar? Onur Gütürkün, psicólogo de la Universidad del Ruhr en Bochum, observó a 124 parejas que se besaban en lugares públicos de E.U., Alemania y Turquía. Descubrió que, antes de que sus labios se tocaran, inclinaban la cabeza a la derecha las mismas veces que a la izquierda. Pero, llegado el momento, la mayoría torcía la cabeza hacia la derecha para dar el beso. ¿Por qué? Pues, según Gütürkün, todo se debe a nuestra época de crianza materna.
Los estudios muestran que hasta el 80% de las madres, diestras o zurdas, acunan a sus hijos sobre su lado izquierdo. Como resultado, la mayoría de nosotros asociamos con el calor y la seguridad nuestro lado derecho.
Su historia
Desde el Neolítico hasta nuestros días, la iconografía popular ha representado al ser humano unido por los labios; el más antiguo es un petroglifo, una representación gráfica en roca que se dio a partir del Neolítico (10,000 a.C.). Ésta parece representar a dos enamorados.
El primer beso que se vio proyectado en las pantallas del cine ocurrió en 1896 en el filme The kiss, una de las primeras películas que se mostraron comercialmente. Es un corto mudo en el que se produce el primer beso de película. Y como nos gustan tanto los más reproducidos en gran formato son: El beso de Klimt, el del soldado y la enfermera en Times Square fotografiados por Alfred Eisenstadt y el del fotógrafo francés Robert Doisneau.
Con información de Cultura Colectiva.