Para que la discusión acerca del aborto pase coherentemente al plano de la salud pública, debe suponerse que este acto no atente contra ningún tipo de integridad individual, sino que más bien lo mejore. El argumento sería entonces el siguiente: puesto que la mujer embarazada necesita para sí su bienestar cuando decide interrumpir su embarazo, el Estado debe garantizar para ella, todos los recursos de que dispone para que dicha interrupción sea segura y perjudique lo menos posible a su salud durante y después del proceso. Ésta visión sin embargo no toma en cuenta más que a un individuo. La lucha política que se ha desencadenado tanto a nivel nacional como internacional en el marco de la discusión acerca del aborto tiene su mayor diferencia en que unos no aceptan la premisa de que éste sea un tema de salud pública ya que el aborto, dicen, es asesinato, pues están implicados en el hecho dos individuos, mientras que aquellos dicen que no lo es.
Un Estado burgués no puede darse el lujo de legalizar el aborto y aún menos de garantizar que éste sea seguro y menos todavía que sea gratuito. Las razones económicas básicas son que el cuerpo de la mujer, como único medio de reproducción humana, cumple un rol directamente económico en la circulación de capital, en primer lugar porque las clases sociales que viven de su fuerza de trabajo proveen, mediante la maternidad, mano de obra cada vez más barata por cada crecimiento demográfico sustancial a las clases que viven de la mano de obra, o dicho de otro modo, mientras más gente haya en las capas pobres y de clase media, más obreros y obreras habrá que demanden puestos de empleo, y esto facilita no sólo el reemplazo de los sectores de vanguardia que luchen por mejores condiciones laborales, sino que además entre más oferta de mano de obra exista el empresariado podrá elegir con más facilidad a quienes estén dispuestos a trabajar por menos salario. El aborto no es rentable si permite que las mujeres decidan cuantos hijos quieren tener, es decir, cuán grande quieren que sea su familia, pues entre más grande es la familia, más oferta de mano de obra habrá.
Por otro lado, si las mujeres avanzan en sus conquistas civiles y tienen victorias en pro de la igualdad de género, ponen en peligro el dogma religioso (el cristianismo, el judaísmo, el Islam y el hinduismo por poner algunos ejemplos) que se ha sustentado en doctrinas siempre mucho más favorables al varón, por eso un cambio de paradigma social que sitúe a la mujer en la misma posición del hombre, por lo menos en el ámbito cultural, representa un peligro para toda iglesia. Sin embargo, el problema no se ha abordado suficientemente desde el punto de vista de la institución familiar.
El aborto y la familia
Podemos verificar que entre más se facilite como opción libre la maternidad más difícil será no sólo la acumulación y circulación de capital, sino que supondría un peligro para la cohesión familiar. Un aspecto de importancia primordial es que las familias están compuestas en primer lugar por lazos de parentesco, y esto sólo es posible mediante la procreación, por ese lado la mujer tiene el poder de elegir cuán grande quiere que sea su familia, por eso es importante para la sociedad patriarcal enseñarle que la maternidad no es solamente un deber, sino también una bendición. Lo cierto es que no existe una maternidad “bendita” si no existe en primer lugar maternidad digna, entiéndase esto por las condiciones materiales propicias para la crianza de un niño o niña.
Otro aspecto clave para entender el rol reproductivo de la mujer es que las grandes acumulaciones de riqueza y los medios que las producen se mantienen como propiedad privada en manos de contadas familias de las clases dominantes mediante el derecho de herencia, o sea que la familia es un núcleo económico clave ya que ésta se perpetúa mediante la descendencia lo que permite que no quede “al aire” toda la fortuna de las capas más ricas de la sociedad. Por ese lado tampoco conviene que el Estado burgués, regido por éstas familias, permita el aborto. En todo caso toda comunidad que se basa en la tenencia de medios de producción privados siempre necesitará de descendientes para este fin, y por supuesto también deberán acudir a la maternidad obligatoria como mecanismo de permanencia del derecho de herencia.
Ya que sólo mediante la mujer, como objeto de procreación y herramienta familiar imprescindible para el Estado patriarcal, se puede perpetuar la institución familiar, es menester que la sociedad suelde los conceptos de “maternidad” y “embarazo”. El embarazo es un proceso físico que, valga decirlo, atañe a toda la fauna que conforman los animales vivíparos, y la maternidad es un ejercicio de crianza determinado para un sujeto. El sujeto es criado, el feto no, pues no es sujeto. El aborto en ningún caso niega la maternidad, no sólo porque igual se puede ser madre o padre si se adopta, sino también porque no se puede negar algo antes de que haya empezado. Interrumpir el embarazo no mata a ningún individuo porque todo individuo es producto de la crianza, es decir del trato que su primer círculo social le ha brindado y proveído (alimento, enseñanza, educación, salud, etc.), el individuo se define por su sociedad.
La iglesia y los movimientos provida
Hace poco María Galindo publicó un artículo titulado “Fanatismo cristiano católico” en el que afirma que “los curas y precisamente los que con más fanatismo predican contra el aborto, lo hacen para desahogar su profunda culpa de haber obligado a alguna amante a abortar cuando eran seminaristas… los obispos que predican… contra el aborto saben que los sótanos de sus iglesias están sembrados de fetos abortados por monjas sumisas que vivieron en sus embarazos auténticas torturas”. En verdad la indignación puede en muchos casos obnubilar el juicio, éste es un claro ejemplo. Los argumentos de María Galindo son absolutamente insuficientes y especulativos, si bien existen muchos casos de curas que obligan a abortar a sus parejas secretas, y si bien existen iglesias que aun ocultan bajo sus cimientos fetos enterrados de monjas que abortaron, no quiere decir primero que dichos clérigos sientan la más mínima culpa de algún obrar suyo y menos tiene que ver con su posición de oficio en contra del aborto. La iglesia católica y el dogma cristiano en general tienen la misión de preservar el constructo familiar pues hace centurias que se benefician de él.
La iglesia apologeta de la institución familiar cobra millonadas por año para unir familias en santo matrimonio, bautizar bebés, dar clases de catecismo, confirmación, etcétera, a los niños (incluso a los mismos niños que abusan sexualmente, por ese lado muchos curas tienen doble beneficio). La “marcha por la vida”, ese despliegue de moralistas católicos que salieron a las calles de La Paz para protestar en contra del aborto, expresan toda la domesticación religiosa que la moral machista ejerce en sus mentalidades. Ninguno de ellos comprende que todo el discurso que manejan es funcional a la economía eclesiástica y estatal. Todo escrito y posición anti-aborto se fundamenta en que el feto es un ser humano, un individuo, en suma, una persona que tiene derecho a la vida, se está versando desde la lógica de los Derechos Humanos y/o desde el punto de vista metafísico del alma.
Pero en realidad esto es rebatible desde el punto de vista científico. En lacosaylacausa.blogspot.com por ejemplo podemos obtener un texto muy claro al respecto. Un embrión o un feto no son individuos biológicos pues dependen de la existencia biológica de otro para sobrevivir, es decir que son organismos parasitarios cuya existencia depende completamente del cuerpo de la mujer para sobrevivir. Las personas somos organismos autónomos, el feto y la mujer constituyen un solo individuo, si la mujer aborta o simplemente se corta el vínculo biológico con el feto, ésta forma de vida perece, mientras que la mujer puede seguir su vida con normalidad.
Para la ciencia es necesario determinar la capacidad de supervivencia autónoma para saber si hay un individuo o no. Desde el punto de vista legal, ningún feto es persona, pues la “persona” como categoría legal adquiere derechos de ciudadano, es una “persona civil”, y esa catalogación se la adquiere en el momento del nacimiento, antes de eso es imposible que el derecho lo considere como persona. Una ley a favor del aborto lo que haría sería extender un derecho a las mujeres, es decir a una parte de la población, quienes están en contra del aborto salieron el 23 de marzo no a defender los derechos básicos de los “niños no nacidos” (pues si no son niños no tienen derechos) sino a protestar en contra de los derechos de las mujeres, y si hubo alguna, protestó en contra de la extensión de sus propios derechos. Tomemos en cuenta también que un embrión o un feto no es “un proyecto de persona” pues este organismo es incapaz de hacer proyectos, los proyectos los hace la mujer que guarda dentro de sí dicho organismo. Tampoco es correcto decir que “es un Ser humano en potencia” pues esa determinabilidad no atañe al feto que, una vez más, no puede determinar algo, la mujer decidirá si llegara o no a ser un humano “en potencia” siempre y cuando decida si quiere o si no quiere alumbrar. La mujer solamente por ella misma puede lograr un “Ser humano en potencia”.
Con información de La izquierda Diario