El silencio del aborto clandestino.
El aborto es ilegal en Chile en cualquier circunstancia. El misoprostol permite a las mujeres abortar clandestinamente sin arriesgar su vida. Los médicos modifican los diagnósticos para protegerlas.
Fernanda llegó al Hospital Luis Tisné de Santiago convencida de que su vida corría peligro. Había tomado pastillas para interrumpir su embarazo. Sangraba profusamente y, aunque la mujer que le vendió el fármaco le había advertido sobre esa posibilidad, estaba realmente asustada. La hemorragia no había parado en varios días. Más de los que indicaba el manual que consultó en internet para saber cómo abortar. Debilitada por la pérdida de sangre y angustiada por el miedo, decidió acudir a Urgencias. La matrona que la recibió en el hospital que atiende a la población de Peñalolén, en la precordillera santiaguina, detectó un aborto incompleto y determinó que debía someterse a un “raspado”. Dentro de lo traumático de la situación, Fernanda se alivió: no estaba en riesgo su vida.
Chile, junto con El Salvador, Malta y Nicaragua son los únicos países del mundo donde el aborto es ilegal en cualquier circunstancia. Incluso si se trata de salvar la vida de la madre. Con la aparición del misoprostol (fármaco que en Chile se receta para problemas gástricos) empleado para fines abortivos a mediados de los 90, el aborto dejó de ser una de las primeras causas de mortalidad materna en el país. Esta pastilla se convirtió en el método más seguro para abortar, además de ser relativamente fácil de conseguir en el mercado negro. Las mujeres ya no tenían que arriesgarse a infecciones causadas por la introducción de objetos.
En el debate sobre el proyecto de ley propuesto por el Gobierno de Michelle Bachelet, que aspira a despenalizar el aborto en tres casos -inviabilidad del feto, riesgo vital de la madre y violación-, uno de los argumentos que esgrimen quienes defienden la libre interrupción del embarazo es que existiría un elevado número de mujeres que exponen sus vidas al abortar sin asistencia médica, por hemorragias e infecciones. Pero la realidad es que este argumento no se corresponde con la situación actual. Solo dos o tres mujeres acuden a urgencias por complicaciones tras practicar un aborto y alrededor de una al año lo hace en situación de riesgo vital. Así lo indican los trece profesionales de la salud entrevistados para este reportaje que trabajan en urgencias de ginecología en seis grandes centros públicos y privados de Santiago de Chile.
Podría pensarse que, en un país donde la interrupción del embarazo es ilegal, las estadísticas oficiales no contemplan la atención de mujeres que abortaron por decisión propia. Pero no es así. Los médicos y matronas entrevistados confirman que sí las atienden, porque cuando piden ayuda no se les niega. Sin embargo, los profesionales, para proteger a las pacientes de los efectos legales de su decisión, modifican los diagnósticos de “aborto inducido” y los hacen constar como “aborto espontáneo” o “aborto no especificado”.
De esta forma, las estadísticas sí incluyen, aunque de manera encubierta, la atención de mujeres que decidieron abortar y que sufrieron complicaciones graves. Los registros publicados por el Ministerio de Salud de Chile no incluyen la categoría de “aborto médico”, pero indican que en la clasificación de “aborto no especificado” los casos se disparan . En los datos oficiales chilenos, los abortos no especificados alcanzan las 7.952 pacientes (equivalentes a 208/100.000 mujeres en edad fértil) mientras que en países donde el aborto no está penalizado como, por ejemplo, Nueva Zelanda, los casos se reducen a 66 según datos del Departamento de Salud (equivalentes a 7/100.000).
Los abortos clandestinos en la actualidad.
Hoy en día, la mayoría de mujeres que abortan clandestinamente en el país lo hacen por su propia cuenta. A través de internet o en el mercado negro compran pastillas de misoprostol y siguen las instrucciones que indican los distintos manuales sobre cómo abortar colgados en la red. Tras colocarse las pastillas bajo la lengua o en el interior de la vagina, esperan el inicio de las hemorragias que terminarán con el embarazo. El aborto se da por completado cuando termina el sangrado pero, en algunos casos, éste no cesa sin atención médica o se alarga demasiado porque, por ejemplo, la dosis ingerida ha sido excesiva. “Las pacientes se asustan porque llevan tres, cuatro o hasta siete días sangrando y vienen a urgencias, la mayor parte de las veces con hemorragias que no implican riesgo vital”, explica Anita Román, presidenta del Colegio de Matronas de Chile, a El Confidencial.
Hemorragias, náuseas, dolor abdominal y alergias derivadas del uso del misoprostol son las principales complicaciones que presentan las mujeres que llegan a Urgencias, mientras que aquellas que optan por realizarse prácticas más invasivas acuden con las paredes vaginales rotas, infecciones y hemorragias. Según el balance de los médicos entrevistados, las pacientes atendidas por abortos sépticos (con infección) en Santiago equivalen actualmente a 0,5 casos de cada 100. “En 10 años solamente han acudido con aborto séptico 2 pacientes, el resto presentaban generalmente hemorragias derivadas de las pastillas”, aclara una de las matronas.
“Antes las mujeres se introducían un tallo vegetal o una sonda de goma con agua jabonosa, por lo que el contacto de un objeto externo con el interior el útero daba lugar a infecciones que ponían en riesgo su salud”, recuerda el jefe de maternidad del Hospital Padre Hurtado, Álvaro Insunza.
Antiguamente la causa principal de mortalidad materna por aborto era principalmente derivada de infecciones en la sangre que no se habían podido controlar: “En los años 80 -sigue Insunza-, cada hospital tenía en el área de Urgencias, un sector especializado en complicaciones por aborto séptico que ahora ya ha desaparecido. Si bien este tipo de aborto puede presentarse en interrupciones naturales, la principal razón en esos años era por las técnicas intrusivas que usaban las mujeres por embarazos no deseados”.
Sin embargo, los mitos y prácticas tradicionales subsisten en el campo. “Recuerdo una vez que llegó una paciente de la parte rural del sur de Chile. Se había introducido un tallo de apio y lo vimos cuando inspeccionamos los genitales porque el cuello del útero estaba erosionado, tenía marcas”, recuerda una matrona, “llegó sola, asustada y presentaba los signos vitales alterados”. La infección le había dejado la presión y el pulso por los suelos. Sudaba helado y traía los pantalones empapados de sangre. “Lo más probable es que no quisiera que la gente de su pueblo se enterara de lo que había hecho y por eso vino en tren hasta Santiago. Es algo común entre la gente del Sur”, rememora la entrevistada.
Según datos oficiales del Ministerio de Salud de Chile, ocho mujeres murieron en 2011 por complicaciones derivadas de un aborto. Sin embargo, las estadísticas no incluyen el tipo de aborto que llevó a estas mujeres a dicho desenlace fatal. En contraste con la idea de que el aborto sigue siendo una causa importante de mortalidad materna en el país, la mayoría de médicos y matronas entrevistados coinciden en que este ya no supone un problema de salud pública. “Llevo 40 años en esta maternidad y vi la otra época. Antes se moría una paciente al mes y el aborto estaba entre las primeras causas de mortalidad materna en Chile”, señala Sergio Silva, ginecólogo del Hospital Sótero del Río. “La situación está bien, no hay mortalidad. El país ha aprendido a vivir con la situación de ilegalidad que existe y en los últimos años ha mejorado la conciencia sobre el aborto respecto a qué cuidados tener”, reflexiona.
Modificar diagnósticos, una rutina encubierta.
Uno de los doctores entrevistados, que pide esconder su identidad para no comprometer el secreto médico que protege a sus pacientes, habla con franqueza sobre el tema. Sobre la elaboración de diagnósticos en estos casos, confiesa que generalmente se modifican las evaluaciones para no denunciar a las mujeres, como si fuera normal, como si no hubiera ningún problema. “Cuando nos llega una paciente de la que sospechamos que ha practicado un aborto inducido o bien lo sabemos por su confesión, generalmente no denunciamos, sino que automáticamente hacemos constar su diagnóstico como aborto espontáneo o aborto no especificado”, explica el médico. Como resultado, el país maneja unos datos oficiales que no se corresponden con la realidad, necesaria para abordar el debate sobre la despenalización del aborto con total transparencia.
“Para evitar el gran problema del aborto en Chile en la década de los años 60, que era la muerte, los médicos entendieron que no debían preguntar la causa. Esa posición de acogida no sancionadora se ha mantenido en el tiempo y, aunque facilita que las mujeres pidan ayuda, impide que la atención que se brinda sea integral”, explica el doctor Álvaro Insunza. “Se da una atención médica -prosigue- que no incluye apoyo psicológico, prevención ni la profundización en la planificación familiar debido a que todas las pacientes se incluyen en el mismo universo”.
En todos los hospitales y clínicas visitados, los médicos han reconocido modificar, en la mayoría de ocasiones, los diagnósticos de las pacientes para protegerlas. “El aborto es un duelo para toda la vida”, sentencia el doctor Sergio Silva. Más allá de las posibles consecuencias físicas como la esterilización o la práctica de histerectomías, las secuelas psicológicas pueden durar de por vida. Y estas quedan en la intimidad y el olvido. “Yo siempre he dicho que el aborto en Chile está permitido, en el sentido de que las autoridades no hacen nada porque no es un problema ni de salud ni económico para el país”, confiesa.
“Reconozco que 20 años atrás denunciaba a las pacientes que se habían realizado un aborto. Ahora considero que la paciente lo paga muy caro. Por eso, que tú la mandes presa es un daño inconcebible”. Y remata: “Chile es un país hipócrita, muchos de los médicos que realizan abortos han tenido pacientes hijos de políticos y otras autoridades que hacen la vista gorda. Entonces, si se conoce que un médico practica un aborto no va a ir preso porque saben que podría revelar la lista de personas a las que les ha practicado un aborto y sería un escándalo”.
Pese a la regla general, las excepciones existen. Una de las matronas aclara: “Hay situaciones en las que nos vemos obligados a denunciar. Cuando son casos de abusos a menores, violaciones o la niña es menor de edad y se encuentra en situación de vulnerabilidad tras haber abortado no nos queda más remedio que comunicar el caso a Carabineros (Policía)”.
Se trata de una cuestión de ética profesional: “Yo trabajaba como matrona en las Urgencias del Hospital de Carabineros. Un día llegó una niña de 13 años, hija de un Carabinero, pero la pequeña pidió entrar sola en la sala para estar más cómoda. Sin presencia de la madre, nos confesó que había tenido relaciones a escondidas con su pareja y que, posteriormente, abortó. Había buscado pastillas con la ayuda de unas amigas mayores, que las consiguieron por internet. Recuerdo que estaba realmente mal, su padre era tan estricto que siempre la amenazaba con echarla de la casa si se quedaba embarazaba. Cuando le iba a tomar la presión me di cuenta de que la niña tenía las manos cerradas en puño y, al retirarle la manga de la camiseta, vi que tenía el nombre de su padre marcado en la piel con cortes de cuchilla. Se sentía tan culpable que se lo había hecho después de abortar”, recuerda.
El maltrato de algunos médicos como castigo.
En un debate de profunda carga ideológica, no todos los médicos optan por infringir la ley para proteger a las pacientes. Algunos incluso van más allá de la denuncia y optan, literalmente, por el castigo: “Recuerdo que yo estaba como matrona en prácticas y un día llegó una niña de 16 años al hospital sangrando y asustada. Estaba ida y, cuando le preguntaba, no respondía. Entonces llegó un médico y como no contestaba le pegó una bofetada. Al momento de examinarla vimos que se había practicado un aborto y el médico le gritó: ‘¿No te gustó hacer cosas de grandes? Pues ahora tienes que apechugar. No hagas ver que no sabes nada porque ahora tienes que asumir tus responsabilidades’”. Luego el médico añadió amenazante: “Si es necesario te llevaré a pabellón a hacerte el raspado sin anestesia”.
“Hay mujeres que pasan por esto. Les hacen un raspado para eliminar los restos pero sin anestesia, para castigarlas. En el caso de esa niña gritaba: ‘me muero de dolor, hagan que se pase este dolor…’. Como en los hospitales públicos la demanda es muy grande, en forma de castigo a veces los médicos les hacen el raspado en cualquier camilla que esté desocupada. Este procedimiento dura una media hora y claro, sin anestesia es terrible”, cuenta la matrona.
Pese a la regla general, las excepciones existen. Una de las matronas aclara: “Hay situaciones en las que nos vemos obligados a denunciar. Cuando son casos de abusos a menores, violaciones o la niña es menor de edad y se encuentra en situación de vulnerabilidad tras haber abortado no nos queda más remedio que comunicar el caso a Carabineros (Policía)”.
Se trata de una cuestión de ética profesional: “Yo trabajaba como matrona en las Urgencias del Hospital de Carabineros. Un día llegó una niña de 13 años, hija de un Carabinero, pero la pequeña pidió entrar sola en la sala para estar más cómoda. Sin presencia de la madre, nos confesó que había tenido relaciones a escondidas con su pareja y que, posteriormente, abortó. Había buscado pastillas con la ayuda de unas amigas mayores, que las consiguieron por internet. Recuerdo que estaba realmente mal, su padre era tan estricto que siempre la amenazaba con echarla de la casa si se quedaba embarazaba. Cuando le iba a tomar la presión me di cuenta de que la niña tenía las manos cerradas en puño y, al retirarle la manga de la camiseta, vi que tenía el nombre de su padre marcado en la piel con cortes de cuchilla. Se sentía tan culpable que se lo había hecho después de abortar”, recuerda.
Las diferencias entre la sanidad pública y privada.
Algunos de los trece entrevistados han trabajado tanto en centros públicos como privados. La mayoría coincide en que las pacientes que acuden a estos últimos presentan, generalmente, complicaciones menos graves. “La diferencia es que en los privados las mujeres son atendidas de inmediato sea cual sea su complicación. En cambio, la gran cantidad de gente que acude a hospitales públicos hace que finalmente solo se atienda a las mujeres cuando llegan con hemorragias o complicaciones de urgencia”, relata una de las matronas.
“Las mujeres que acuden a centros privados son un poco más precavidas y, a veces, buscan el contacto de médicos que realicen abortos clandestinos”, explica una de las matronas, que ha ejercido en las dos áreas. Este contacto, según explica, depende del médico que esté trabajando en urgencias en ese momento: “Si la paciente llega solicitando un aborto y el médico que está de servicio es partidario de hacerlo, como generalmente los doctores tienenconsultas particulares, la citará para practicarle el aborto de forma clandestina. Nosotras hablamos con algunos médicos y nos cuentan que practican abortos en la clandestinidad porque quieren ayudar a las pacientes, no por maldad”, apunta.
“Muchas de las pacientes que llegan de urgencias a la clínica vienen después de haberse practicado el aborto con un médico para consultar si está todo bien (el cuello del útero, la fertilidad, etc.). La mayoría ya no tiene ni hemorragias pero quedan con miedo, porque piensan que todavía tienen restos y saben que se arriesgan a tener una infección”, explica una de las entrevistadas. “En un aborto ilegal -continúa-. Por eso, al ser clandestino, el médico muchas veces se libra de cualquier consecuencia legal”.
Con información de El Confidencial.