Esta vez les compartimos la experiencia de una periodista cuando se acercó a las instancias públicas por anticonceptivos, a lo mejor muchas de ustedes se sienten identificadas. Recuerden que pueden acercarse a Marie Stopes por un método anticonceptivo, el cual se adecue a tus necesidades, aquí nadie te juzga, solo tú tienes en control de tu vida. Aquí la historia de Guadalupe:
Tenía 17 años y con mi carnet en mano acudí a la clínica del IMSS que me correspondía. Me preguntaron el motivo de mi consulta y les indiqué que deseaba anticonceptivos y una consulta médica de orientación reproductiva, ya que no deseaba embarazarme sino hasta después de los 35 años.
La asistente, dispuesta afuera del consultorio de mi doctora, abrió los ojos, la boca y me echó una mirada de reproche. Después entrecerró los ojos, torció la boca y me dijo: “Un momentito”. Ese momentito se convirtieron en cuatro horas. Finalmente le pedí mi carnet y me fui, le dije que me diera cita para el otro día porque no podía esperar más.
Cinco días después (porque no había espacio en la consulta) llegué más temprano y le comenté lo mismo, me pasó en poco más de una hora. Cuando le dio mi carnet a la doctora, comentó: “es la que quiere anticonceptivos«. La doctora no me dio los buenos días, sólo me preguntó por mi anillo de casada…¡Es neta!
Me fui no sin antes reclamarle: ¡¿qué tenía que ver una cosa con la otra?! ¡Yo quería tener sexo, no un marido! Desde entonces me di cuenta que si quería tener educación sexual (en la práctica ya no en la teoría como ocurre en las típicas charlas de la secundaria) debería pagar por ello. Invertir el poco dinero de una estudiante de preparatoria a punto de entrar a la universidad, estudiante que era hace 25 años.
En el sector privado, la atención siempre fue diferente. Las señoritas secretarias, asistentes o auxiliares no me miraban con recelo. Tampoco me aplaudían, pero al menos nunca me sentí juzgada.
He tenido varios ginecólogos. Uno fue el esposo de una amiga que era tan guapo que jamás regresé a su consultorio. La verdad me apenaba que me viera el norte y el sur de mi cuerpo. Aunque ese ginecólogo era muy profesional, yo era una chica que se sonrojaba a la primera (ya ahora pocos rostros y vergas me sonrojan).
Opté por cambiar por una mujer ginecólogo, quien resultó excepcional. Me sugirió usar un DIU “teen” porque aún no había sido madre (lo fui a los 39 años, los anticonceptivos sí funcionan, así que hay que usarlos) y mi útero estaba pequeño. Lo tuve por al menos 5 años y la verdad bastante bien, lo combinaba -la mayoría de las veces- con condones.
Después mi ginecólogo mujer se fue a Chiapas y dejó “su consulta” a un colega con el que no me sentí a gusto. “¿Cuándo tendrás hijos? ¿Para la próxima traes a tu pareja para que lo revise a él también” “¿Tengo algo doctor?” pregunté. “Nada” respondió.
Tantas preguntas me caían mal. Yo iba cada año a una revisión y nunca perdía la ocasión de bombardearme con cuestionamientos ñoños. Así que un día le pedí mi expediente y me lo negó. ¡Pfff! «¿Para qué lo quieres?» “Este es un documento que pertenece a la clínica”. ¡¡Ay qué chocante, qué mamón!!
Así que le dije adiós y busqué otro experto, bueno me tardé como tres años en volver a ir al ginecólogo. Pero, los médicos deberían entender que las personas (enfermas o no) somos quienes elegimos con quiénes nos atendemos. En especial las mujeres debemos sentirnos confiadas, seguras y apoyadas sobre todo cuando una está tan abierta de piernas (yo creo que ni las estrellas porno hacen esos splits) frente a un señor que mira tu genitales externos como hiptonizado, o te meten el helado pato, o cuando te hacen Papanicolaou y todavía te dicen “puje” (¿y si se me sale un pedote?). Por fortuna en la Ciudad de México hay un chingo de médicos de todas las especialidades y la mayoría usa tapabocas.
Es verdad, 25 años después los anticonceptivos de última generación, la atención médica ginecológica de calidad y los servicios reproductivos amables siguen siendo para quienes pueden pagarlos. Por ello, métele también a tu cochinito (no, no pienses mal) y ahorra para tus consultas con el experto que te acompañará el resto de tu vida. ¿Que el gobierno debería pagar? Sí…debería darte consultas de calidad, pero no lo hace. ¡¡Tú toma el control de tu cuerpo, te conviene!!
Con información de la periodista Guadalupe Camacho.