Cuando estaba embarazada no me sentía especial, tampoco veía la vida llena de flores, ni olía aromas celestiales. Cuando nació mi hijo y me lo pusieron entre los brazos, tampoco vi un mundo rosado, hoy que mi pequeño tiene cinco años, sigo siendo la misma mujer con defectos, virtudes y nuevas experiencias, pero no, no me convertí en prima de la virgen de Guadalupe, ni quise pintar mi casa de colores pastel, tampoco soy amiga de las mamás del mundo. Ahora me dicen: mamá de Liam, he perdido mi nombre de pila, pero en todo lo demás sigo siendo la misma.
Me he dado cuenta de que la maternidad no es un estado de virtud. Sin embargo, en México, y en otros países de América Latina, se cree que la maternidad es un estado de perfección, de romanticismo, de bondad y de paz interior. No, no lo es. Por eso, se juzga tan fuertemente a una mujer que no responde a los estereotipos de la maternidad, si una mujer desea abortar, ¡está mal! Si una mujer se arrepiente de ser madre ¡está mal! Si una mujer no quiere nunca jamás en la vida ser mamá ¡está mal!
Así pues, al ser mamá ¡no! no te vuelves más amorosa, más dulce, más tierna, más mujer. ¡No! no nos engañemos, la mujer que se embaraza sigue siendo la misma (si era amorosa, seguirá siendo amorosa, si es simpática, seguirá siendo simpática, si es gruñona será y será gruñona), pero ahora la diferencia es que es mamá.
Así que cuando te digan que la maternidad te transforma es mentira, te vuelve más eficiente, pero no más dulce, ni más comprensiva, ni más tierna o juguetona. La maternidad se va aprendiendo, pero algunas nunca lo hacen y está bien.
Por eso, cuando leo artículos que hablan de “una madre desnaturalizada” me lleno de horror, puesto que las mujeres no somos madres por el simple hecho de tener un útero. Así que dejemos de pensar que la maternidad es una obligación de la mujer, es solamente una posibilidad. Por eso cuando una mujer “fracasa” como madre y no sabe cómo serlo, no hay que juzgarla sino apoyarla. Y es que las mujeres —las que sí desean tener un hijo— no nacimos con instrucciones para ser buenas madres, tampoco hay garantía que tras los nueve meses de gestación sabrás hacer todo en beneficio de tu hijo.
Las mujeres, madres o no, cometemos errores, nos equivocamos como todos, pero a nosotros nos juzgan más, no así a los hombres que fácilmente se deslindan de su paternidad.
Ahora pienso en las mujeres que son adictas.
Ahora pienso en las mujeres que son niñas.
Ahora pienso en las mujeres que son lesbianas.
Ahora pienso en las mujeres que nacieron sin útero.
Ahora pienso en las mujeres que violan y embarazan.
Para todas ellas y las miles que faltaron mencionar, les digo que la maternidad es una opción, no una obligación.
Por Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana