Algo tan sencillo como no escupir en la vía pública se le tiene que recordar a los hombres en México. Pero lo siguen haciendo: escupen y orinan a la menor provocación en las calles, jardines, banquetas y otros espacios públicos. Si bien esto es asqueroso y un foco de infección, no se compara con lo siguiente: “mexicanos no se violenta el cuerpo de una mujer”.

Y vejar el cuerpo femenino no sólo es violar a una mujer, sin importar la edad que tenga. Violentar también es mirarla y sonreírle de forma intimidante. Es susurrarle un “mamacita” o cualquier otra palabra como: “sabrosa”, “princesa”, “chichitas”, “nalgotas”, y un largo muy largo etcétera.

Muchas mujeres nos quejamos del acoso que vivimos todos los días y a cada hora, por nuestra manera de vestirnos, por la forma de nuestro cuerpo, por el maquillaje o por el simple hecho de ser mujer. Pero los policías y otros servidores públicos te dicen: “¿pero no le hizo nada?”, “sólo le la piropeó”. La denuncia allí queda, el acoso se normaliza, es permisivo y comienza la escalada de violencia.

Y sí, las mujeres hemos aguantado miradas, risitas, susurros, tocamientos pero también golpes, cuchilladas, estrangulamientos, atropellamientos, violaciones… algunas mujeres hemos sobrevivido y otras no. Y siempre es culpa y responsabilidad de la mujer. Es ella la que debe protegerse pero no sólo en la calle, también en la escuela, en su trabajo y, por supuesto, en su casa.

La mujer en México no puede subirse a una combi en un día lluvioso, no se puede emborrachar en las fiestas, no puede pasearse en short por su barrio, no puede dormir con la puerta abierta en su casa porque la violan o la matan. Tampoco puede ser bonita, morena, rubia, atractiva, fea, chaparrita, gordita ni quinceañera, ni madre soltera o viuda. Mucho menos divorciada, casada o  vivir en unión libre. Porque siempre hay una razón, un motivo, un pretexto, una causa o justificación para agredirla. La mujer en México prácticamente está sola combatiendo el acoso y la violencia sexual del varón.

Y dicen que los mexicanos somos muy lindos, muy solidarios, muy amistosos. ¿No? Cantamos el “Cielito Lindo” a coro en los momentos de alegría nacional. Entonamos el Himno Nacional Mexicano antes de un partido de la selección de Fútbol, en fin que nos abrazamos ante las tragedias. Pero no, no señores y señoras: ¡México está matando a sus mujeres! y nadie hace nada, nadie se solidariza con las desaparecidas, con las niñas violadas, con las madres suicidas. Como dice una conocida: “¡México no está tan mal, mientras no me pase a mi!”

Me niego a pensar así, me niego a leer más noticias de mexicanas hechas pedazos física y mentalmente por una nación que poco le importa. Por un gobierno que no resuelve y por una sociedad que no participa. ¿En qué momento cambiará esta situación? Sólo tú tienes la respuesta.

Con información de Guadalupe Camacho, periodista y académica mexicana.

 

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