Recuerdo el novio que tuve en la secundaria, se llamaba Alejandro. Él era más grande que yo, iba en la “prepa” y yo me sentía soñada con un novio que ya manejaba, fumaba, sabía bailar, no tenía que pedir permiso para casi nada y además era el más guapo de la colonia.
Recuerdo que daba mi vida por él. Fue, como dicen, mi primer amor. Soñaba con que viviríamos juntos por siempre. ¡Viajaríamos por el mundo! ¡Nos besaríamos a cada instante! ¡Dormiríamos toda la noche tomados de la mano!
Sin embargo, eso nunca ocurrió. Alejandro y yo terminamos, como la mayoría de los amores de secundaria: un adiós dramático. Al paso del tiempo nos veíamos y salíamos a bailar, a cenar y simplemente a caminar por las calles que antes arroparon nuestro romance. Alejandro y yo cambiamos y ya no nos éramos atractivos. El amor, que pensaba, sería infinito por Alejandro terminó.
En la preparatoria no hubo realmente nadie con el que me identificara. Ya en la universidad tuve varios noviazgos: el compañero de clase, el chico de la otra facultad, el abogado que siempre pasaba por el centro de idiomas solo para verme, algún vecino y el amigo de mi amiga.
Después, llegó otro novio, Mattijs, con el que duré muy poco, pero aún así me casé con él y todos creían que yo era feliz, incluyéndome. No obstante, íbamos por caminos diferentes. Él quería ser padre muy pronto y yo, a mis 25, deseaba esperar aún más. Familia y amigos estaban encantados con mi marido nacido en Holanda. Él era guapo, muy inteligente (hablaba 5 idiomas), había ya viajado por gran parte del mundo y tenía una posición económica bastante holgada. Aquello terminó antes de que “cantara un gallo”. ¿Por qué iba a ser mamá si aún no quería?
Cuando regresé a México, tras mi fallido matrimonio holandés, había perdido la habilidad para manejar en las calles de la Ciudad y un día choqué. Tras el accidente, estuve recuperándome en casa de mi mamá durante algunas semanas, un día en mi convalecencia tocaron a la puerta. Era JC, un romance de la universidad, que pasaba por casa de mi mamá y recordó el rumbo, decidió saludarme.
De pronto, me aferré a él y su simpatía. A los pocos meses comenzamos a vivir juntos. Este ingeniero de pronto se volvió el centro de mi universo. Y yo sentí que lo amaba. ¡Lo juro!
Este amor duró algunos años, hasta que sus celos y su dependencia para con su madre hicieron que todo terminara. Fue muy difícil dejarlo ir, pero lo hice.
Al paso del tiempo, me reencontré con un compañero de la secundaria. Él era todo lo opuesto a JC; Rich era nada celoso, muy divertido, además compartíamos la misma profesión y comenzamos a darle rienda suelta a nuestro romance. Este amor, pensé, era el bueno. Rich parecía tenerlo todo, salvo que tenía un problema grave: le gustaba beber (viernes, sábado y domingo lo hacía, incluyendo algunos días entre semana). Y yo me volví una celosa de primera. Así que terminó.
Al paso del tiempo, nada se vislumbraba en el horizonte. Nada, salvo mi deseo de ser feliz a pesar de las decepciones amorosas. Viajé con amigos, con mi familia, por mi trabajo y conocí más gente interesante.
Al paso del tiempo, conocí a otro hombre que es todo lo opuesto a mi y me dije de aquí soy. Pero no funcionaría bien, porque este hombre vivía en otro país, estaba terminando sus estudios de arqueología. Sin embargo, esta vez, no quise darle la vuelta a la página como en tantas ocasiones, ya que a mis 36 había decidido ser madre y él parecía una buena opción para formar una familia.
¿Quiero ser mamá? ¿Tú querrías ser el papá de mi bebé? pregunté una tarde de junio de hace casi 5 años y él dijo que sí. Así que dos años después me embaracé, y por distintas razones inicié mi maternidad en solitario, sin su apoyo.
Ahora que mi hijo, nuestro hijo, tiene tres años de edad, decidimos comenzar a vivir juntos. Kaari es ahora el hombre que ocupa mi mente y cuerpo. ¿Cuánto durará este amor? No lo sé, pero como cada ocasión hay que disfrutarlo.
Anoche, haciendo FaceTime con mi mamá, me dijo: “acabo de leer algo que dice que las mujeres debemos tener al menos tres parejas toda la vida para encontrar el ‘amor’ verdadero”. Yo le respondí: “mami, el amor verdadero es aquel que tenemos hacia nosotras mismas, y hay algunas parejas que disfrutan de nuestra compañía y se vuelven tu pareja”.
Los científicos dicen que el humano tiene la capacidad de enamorarse una y otra vez. ¡Por supuesto que lo creo! Por eso es importante no relacionar el amor con el sexo, ni con la maternidad. No es posible tener hijos de todos los hombres a los que llegues a amar.
Tú eres una persona que cambia, evoluciona, se vuelve progresista. Y lo que disfrutabas hace 10 años hoy ya no, aquel hombre que te gustaba con loca pasión hoy te cae pésimo. Eso es lo bueno del amor, que se reinventa todos los años.
En Marie Stopes te invitamos a que explores el universo de posibilidades que la vida te depara, por ello te recomendamos usar un anticonceptivo de largo plazo, como el DIU, SIU o implante, si es que aún no estás lista para un embarazo. Recuerda usar siempre condón para evitar el contagio de alguna infección de transmisión sexual. ¡Vive la vida, comete al mundo! ¡Sé feliz!
Con información y experiencia de la periodista Guadalupe Camacho.