Una estrategia nacional para reducir el embarazo adolescente a la mitad.
La información de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica Enadid 2014 no da espacio a dudas: el embarazo entre adolescentes mexicanas de 15 a 19 años mantiene su tasa de aumento.
Esa tendencia se ha fortalecido en los últimos años y en 2014 al menos 77 de cada mil adolescentes mexicanas se embarazaron.
Esta cifra es más alta que la que se registró dos años antes cuando 70.9 de cada mil adolescentes se embarazaron. De hecho también es superior a la de 1997 (74.3 embarazos).
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía Inegi, «la proporción de nacimientos en madres menores de 20 años había venido disminuyendo en el país hasta llegar a un mínimo de 16.3 por ciento en 1997. Sin embargo, desde entonces nuevamente empezó a incrementarse hasta llegar a 19.4 por ciento en 2012″.
La presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, Lorena Cruz Sánchez, señaló que es fundamental el esfuerzo coordinado y cercano de todos los niveles de gobierno y la sociedad civil, para lograr que las y los adolescentes permanezcan en las aulas escolares, que vivan protegidos y cumplan su sueño de prepararse a fondo para enfrentar la vida con las mejores herramientas que sea posible proporcionarles. Una mayor educación, junto con la garantía del respeto a sus derechos sexuales y reproductivos, contribuirá a erradicar la incidencia del embarazo temprano, un problema de salud pública y también de justicia que trastoca profundamente la vida de niñas y adolescentes en todo el país».
El embarazo en adolescentes se ha convertido, así, en un problema poblacional que amplía las brechas sociales y de género. Se trata de un tema de proyecto de vida, de educación, de salud, pero sobre todo de respeto a los derechos humanos, sexuales y reproductivos de las y los adolescentes, a su libertad y a su desarrollo como personas.
La maternidad y paternidad temprana suele tener efectos negativos graves en los hijos e hijas de las y los adolescentes, exponiéndolos a condiciones adversas que obstaculizan su desarrollo.
A este desafío busca responder la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, producto del trabajo de 13 dependencias del gobierno federal (entre ellas el Instituto Nacional de las Mujeres), con la participación de organizaciones de la sociedad civil y especialistas académicos que han estudiado a profundidad el tema.
Las consecuencias del fenómeno son tan relevantes que han obligado a diseñar una estrategia que tome en cuenta aspectos económicos, sociales, educativos, culturales, con el propósito de conseguir dos metas fundamentales en 2030:
1) La reducción a la mitad de la actual tasa de fecundidad entre adolescentes mexicanas de 15 a 19 años de edad.
2) La erradicación del embarazo en niñas menores de 15 años.
La Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes pretende conseguir varios objetivos en beneficio de este grupo de la población mexicana:
• Promover el desarrollo humano y ampliar las oportunidades laborales y educativas de las y los adolescentes en México.
• Crear un entorno que favorezca decisiones libres, responsables e informadas de las y los adolescentes sobre el ejercicio de su sexualidad y la prevención del embarazo.
• Incrementar la demanda, la oferta y la calidad de la atención de los servicios de salud sexual y reproductiva para adolescentes.
• Asegurar el acceso efectivo a una gama completa de métodos anticonceptivos, incluyendo los reversibles de acción prolongada (dispositivo intrauterino e implantes), para garantizar una elección libre e informada y la corresponsabilidad del varón en el ejercicio de la sexualidad.
• Garantizar el derecho de las niñas, los niños y la población adolescente a recibir educación integral en sexualidad en todos los niveles educativos, tanto públicos como privados.
Para la elaboración de la estrategia se hizo una revisión de las experiencias nacionales e internacionales que han sido eficaces para prevenir el embarazo adolescente. Y a partir de ese análisis, las autoridades federales han trazado varias líneas esenciales de acción.
Destacan las cinco siguientes conclusiones y recomendaciones:
1.- En medios masivos tradicionales, así como en medios electrónicos y redes sociales, las intervenciones deben basarse en teorías científicas comprobadas, difundiendo contenidos que puedan generar interés para las y los adolescentes.
Las acciones en medios masivos deben buscar el cambio de conductas, pero especialmente la modificación de normas sociales nocivas para la población adolescente.
2. La calidad de los servicios debe estar acompañada de esfuerzos de comunicación estratégica y mercadeo social para promover que las y los adolescentes se acerquen a pedir la información, los servicios y los métodos que necesiten.
Los servicios de calidad que no logran despertar demanda sostenida terminan por perder apoyo y presupuesto. Los servicios que se promueven y no cumplen con la calidad prometida desincentivan el uso continuado.
3. Debe asegurarse el abasto ininterrumpido de anticonceptivos en servicios amigables para adolescentes, incluyendo pastillas anticonceptivas de emergencia y ofrecer toda la gama de métodos, como dispositivo intrauterino e implantes, entre las opciones de primera línea para todas las niñas o adolescentes que hayan iniciado actividad sexual o estén próximas a hacerlo, sin dejar de enfatizar la doble protección con el condón, para prevenir enfermedades de transmisión sexual.
4. La educación integral en sexualidad debe promoverse en las escuelas, en la comunidad y con las madres y los padres. En el contexto escolar debe hacerse énfasis en la integralidad de la capacitación y/o formación del personal docente, la planeación de los programas y los contenidos del currículo.
5. Debe asegurarse la colaboración interinstitucional y multisectorial para enfrentar el problema en varios niveles. Debe involucrarse, aparte del sector salud, el sector educativo, el sector laboral, el sector social, organizaciones de la sociedad civil y la iniciativa privada.
Con información de Revista EmeEquis 20 de julio de 2015. Páginas 22 y 23.