¿Qué es la sororidad? ¿Vivimos en la cultura de la violación? ¿Qué diferencia hay entre machismo y masculinismo? Resolvemos todas las dudas en este pequeño diccionario.
Si crees en la igualdad entre hombres y mujeres eres feminista. Por obvio que a estas alturas debiera parecer, la equivocación al definir feminismo sigue dando lugar a frases como “creo que no hay que ser feminista ni machista porque los extremos nunca son buenos ni para un lado ni para el otro” (pronunciada por Paula Echevarría) o “olvidémonos de machismo, feminismo y su puta madre” (por Cristina Pedroche). Tal y como recoge la RAE “el feminismo es la ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. Con esto aclarado, pasamos a definir otros conceptos que suelen utilizarse a propósito del feminismo y que siguen despertando dudas:
Sororidad: A pesar de que el término se lleva usando desde hace más de cuarenta años, si lo tecleas en la edición digital del Diccionario de la Real Academia Española te remitirá a ‘sonoridad’ tras indicar que la palabra no está registrada. Lo que para algunos aún sigue siendo una especie de errata es en realidad un concepto que acaba con todos esos prejuicios que afirman que las mujeres no pueden ser amigas, que son rivales por naturaleza o que son más crueles entre ellas. En los años 70 la escritora estadounidense Kate Millett acuñó el término sisterhood y después las feministas francesas empezaron a utilizar sororité. A día de hoy la antropóloga y política mexicana Marcela Lagarde, una de las máximas promotoras del concepto en castellano, lo define como “el apoyo mutuo de las mujeres para lograr el poderío de todas”. Es una alianza entre mujeres que propicia la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo. “Se trata de acordar de manera limitada y puntual algunas cosas con cada vez más mujeres. Sumar y crear vínculos. Asumir que cada una es un eslabón de encuentro con muchas otras”, escribe Lagarde.
Cultura de la violación: Según el Ministerio del Interior, una mujer es violada en España cada ocho horas. Y el dato se repite en todo el mundo. Este concepto se refiere a una sociedad que permite y tolera las agresiones sexuales, en la que se culpabiliza a la víctima, se trivializa la violación o se piensa que si el autor es pareja de la víctima no puede considerarse como tal. Una sociedad en la que el deseo masculino parece estar por encima de todo lo demás y en la que solo el 5 % de los juicios por violación acaban en condena a nivel internacional, según el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (ACDH), que dirige Louise Arbour. Los “eso le pasa por ir borracha y por ser una fresca”, los jueces que preguntan “si cerraste bien las piernas” o los policías que cuestionan a las mujeres que denuncian son ejemplos de cómo se perpetúa la cultura de la violación.
Cosificación: “Reducir a la condición de cosa a una persona”, reza la RAE en la segunda acepción de cosificar. Suele utilizarse en referencia a la cosificación sexual femenina que no es otra cosa que tratar a las mujeres como objetos, reduciéndolas a sus atributos sexuales y su belleza física sin tener en cuenta su personalidad y existencia como persona. Cuando la publicidad muestra a las mujeres como objetos para el disfrute y placer masculino, las están cosificando. Cuando los programas de televisión contratan despampanantes azafatas que solo posan junto al presentador sin mediar palabra, las están cosificando. Cuando las mujeres aparecen reducidas a pecho y retaguardia sin importar lo que piensan, dicen o sienten, las están cosificando. Este vídeo lo resume muy bien.
‘Pussy Hat’: El famoso gorro rosa con orejitas se popularizó durante las marchas por los derechos de la mujer que tuvieron lugar en todo el mundo a principios de año. Tal y como explicamos en el artículo La historia del ‘Pussy Hat’, el gorro anti Trump que tiñó todo de rosa, la idea se les ocurrió a Krista Suh y Jayna Zweiman, una guionista de comedia y una arquitecta aficionadas a tejer, que decidieron convertir la marcha de mujeres de Washington en un río de gorros rosas de lana. Su proyecto, bautizado como Pussyhat project, en respuesta al “grab the from the pussy” (agarrarlas por el coño) que soltó Trump en las polémicas grabaciones, acabó extendiéndose a nivel global e incluso firmas como Missoni lo subieron a la pasarela.
Micromachismo: Si un hombre suelta que no hace las tareas del hogar porque “no sabe” o porque “las mujeres lo hacen mejor” podríamos hablar de micromachismo. También cuando el camarero sirve la cerveza al hombre si preguntar quién la ha pedido o le pone la cuenta a él. Incluso el mansplaning (que explicamos más abajo) suele englobarse en esta categoría. El término fue acuñado por el psicólogo argentino Luis Bonino en 1990 para describir un machismo “de baja intensidad, suave, cotidiano”. Sin embargo, numerosos teóricos, activistas y feministas defienden que el término no es del todo adecuado porque ‘micro’ minimiza el problema. Diana López Valera, autora de No es país para coños lo explicaba así a S Moda: “El prefijo ‘micro’ parece que lo hace más endeble, más pequeñito. Y al final todo es machismo puro y duro. El acoso callejero es machismo; el laboral, también. Hablamos de ‘micromachismos’ para referirnos a cosas que no son tan graves como una violación, por ejemplo, pero al final las mujeres vivimos empachadas de esos ‘micromachismos’”.
Empoderamiento: Además de ser una de las búsquedas récord de 2016,el verbo ‘empoderar’ se ha convertido en palabra clave para ayudar al progreso social en busca de la igualdad entre hombres y mujeres. Tal y como recoge Fundéu, “empoderar es un antiguo verbo español que la vigesimotercera edición del Diccionario académico recoge ya con el nuevo significado con el que se utiliza: ‘Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido’. Suele utilizarse en referencia a la toma de conciencia del poder que individual y colectivamente ostentan las mujeres y que tiene que ver con la recuperación de su propia dignidad como personas. En la Conferencia Mundial de las Mujeres celebrada en Beijing (Pekín) en 1995 se creó un programa en favor del empoderamiento de la mujer para potenciar el aumento de la participación femenina en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder.
Femicidio o feminicidio: Aunque es fácil toparse con los dos términos, la RAE recoge el segundo (‘feminicidio’) y lo define como “asesinato de una mujer por razón de su sexo”. Se trata de un crimen de odio contra mujeres y niñas por el simple hecho de serlo. Diana Russell fue pionera en utilizarlo (‘femicide’, en inglés) y suele diferenciarse entre feminicidio íntimo (cometido por una persona con la que la víctima tenía o había tenido una relación sentimental) y no íntimo (perpetrado por una persona o un grupo de personas que no ha tenido ninguna relación sentimental ni parentesco con la víctima). La campaña #NiUnaMenos, que se hizo viral hace unos meses, denuncia los crímenes contra mujeres en países como Argentina o México tras los asesinatos, especialmente dramáticos, de Daiana García o Yésica Muñoz.
Masculinismo: “Movimiento que busca la igualdad entre el hombre y la mujer, desde la perspectiva del varón”. Los masculinistas se quejan de que el feminismo busca la igualdad desde el punto de vista de la mujer y pretenden alcanzarla defendiendo los derechos y necesidades de los varones así como de los valores y actitudes consideradas como típicamente masculinas. Miguel Lorente, en un artículo en Huffpost, hace esta interesante reflexión: “La estrategia actual del machismo es el ‘posmachismo’, ese intento de revestir de neutralidad sus exigencias y planteamientos para generar la confusión necesaria que lleve a la duda, a la pasividad y a que todo siga igual. Y el ‘posmachismo’ sabe que la batalla del lenguaje es clave para afianzar posiciones y definir realidades, por eso su interés desde el principio de contrarrestar el feminismo diciendo que era lo mismo que el machismo. Cuando fracasaron en esa burda comparación inventaron la palabra ‘hembrismo’ y al mismo tiempo la acompañaron de palabras como ‘feminazi’ y ‘mangina’ para que la crítica no se quedara en las ideas y llegara a las personas que las proponían […] Ahora hablan de ‘masculinismo’, el cual aparece con ‘ph neutro’ y comparable en sentido al concepto de ‘feminismo’. De este modo, aunque sus palabras cargadas de ataques contra la igualdad son las mismas, su imagen es diferente, y se presentan como más proactivas en busca de esa ‘igualdad real’ que suponga dirigir las mismas acciones para hombres y mujeres y, de ese modo, mantener la desigualdad existente, sin entrar en el significado histórico que ha dado origen a la misma”.
Violencia de género VS violencia machista: Es frecuente toparse en los medios de comunicación con expresiones como ‘violencia de género’, ‘violencia machista’ o ‘violencia doméstica’ utilizados casi como sinónimos. El Libro de estilo de El País especifica que “no debe escribirse violencia de género, sino violencia machista, violencia sexista o violencia de los hombres, ya que ‘género’ se refiere a la categoría gramatical de las palabras y no puede sustituir a ‘sexo’”. En castellano género y sexo son cosas diferentes: las personas, al contrario que las palabras, no tienen género sino sexo, por eso hablar de ‘violencia de género’ no es del todo correcto. Incluso aunque la aceptemos como buena por la frecuencia de su uso, ‘violencia de género’ incluiría tanto la violencia ejercida por parte de un hombre hacia una mujer como al revés. Por último, la ‘violencia doméstica’ engloba también la que se despliega contra los niños.
Mansplaining: Cuando un hombre explica algo a una mujer y lo hace de manera condescendiente porque da por hecho que sabe más que ella podemos hablar de mansplaning. Rebecca Solnit lo acuñó en 2008 en su ensayo Los hombres me explican cosas (publicado en 2016 en castellano por Capitán Swing) para poner nombre a una situación que había vivido en una fiesta: un hombre intentando aclararle de qué iba un libro que ella misma había escrito. Como explicaba Noelia Ramírez en este artículo, “un ejemplo de mansplaning de manual es el tuitero random que explicó lo que es la ciencia a una astronauta de la NASA. Es solo uno, pero hay muchísimos más. El mansplaining está tan arraigado socialmente que hasta la propia Solnit, una reputada ensayista y escritora con más de dos decenas de libros publicados, se vio a sí misma dudando de su conocimiento y buscando en internet datos sobre el movimiento de mujeres por la paz (sobre el que ella había investigado previamente) sólo porque unas horas antes un hombre la despreció afirmando tajantemente que una de sus teorías era mentira (no lo era)”.
Manspreading: Dícese de cuando un pasajero (hombre) abre tanto sus piernas al estar sentado en el autobús o un vagón de transporte público que ocupa el espacio del pasajero sentado a su lado. En castellano podríamos traducirlo como ‘despatarre’ y hace unos días el término protagonizaba infinitos titulares después de que los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid anunciaran que llevarán pegatinas advirtiendo contra el “despatarre masculino”. Desde 2013 distintas cuentas de Tumblr recogen imágenes de estos hombres espatarrados en el transporte público para denunciar su comportamiento y la invasión del espacio personal. Resulta imperdible One Bro, Two Seats, un Tumblr dispuesto a ir un paso más allá colocando, Photoshop mediante, cualquier objeto imaginable entre las piernas de los sujetos culpables. El término como tal surgió en 2014 cuando un blog de noticias de Nueva York decidió bautizarlo como Man Spread. Su popularidad aumentó tanto que en transportes de todo el mundo podemos encontrar recordatorios contra la postura.
Brecha de género: El Instituto Andaluz de la Mujer la define como la diferencia entre las tasas masculina y femenina en la categoría de una variable y se calcula restando Tasa Femenina-Tasa Masculina. Es decir, cuanto menor sea la ‘brecha’ entre hombres y mujeres más cerca estaremos de la igualdad. Normalmente se habla de la brecha de género salarial (se refiere a las diferencias salariales entre mujeres y hombres, tanto en el desempeño de trabajos iguales como la producida en los trabajos feminizados) y brecha de género tecnológica (designa las desigualdades entre mujeres y hombres en la formación y en el uso de las nuevas tecnologías). En resumidas cuentas es la razón por la que una mujer cobra un 18,8% menos que su compañero de trabajo masculinohaciendo exactamente lo mismo.
Heteropatriarcado: Oh, sorpresa, tampoco está en la RAE. Pero según Fundéu, que sí la recoge, el heteropatriarcado es “el sistema sociopolítico en el que el género masculino y la heterosexualidad tienen supremacía sobre otros géneros y sobre otras orientaciones sexuales”. Se trata una evolución del concepto ‘patriarcado’ que empezó a usarse en los 60 y 70 para referirse a una sociedad en la que además de prevalecer los criterios de los hombres (patriarcado) también marcan la pauta aquellos que solo consideran como “normal” la heterosexualidad. Podemos afirmar que el heteropatriarcado es la manifestación política y visible del machismo y del rechazo a las distintas identidades y orientaciones sexuales. Después de que Alberto Garzón echase la culpa de los crímenes de Orlando al heteropatriarcado en Twitter, las búsquedas en Google del concepto se dispararon.
Androcentrismo: Es la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas. El varón ocupa una posición central en la sociedad, la cultura y la historia. El concepto está muy relacionado con el patriarcado así como con la discriminación que existe hacia la mujer. Por ejemplo, cuando en castellano utilizamos palabras en masculino para referirnos tanto a hombres como a mujeres estamos sujetos a una visión androcéntrica que nos hace interpretar lo masculino como universal.
Techo de cristal: Tal y como lo define Mabel Burin en Una hipótesis de género: el techo de cristal en la carrera laboral se trata de la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones. Es un obstáculo invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide llegar a cargos de mayor responsabilidad y liderazgo. Es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres. El término se acuñó en los 80 en Estados Unidos (“glass ceiling barriers“) y es el motivo por el que en la mayoría de las empresas los puestos de responsabilidad siguen copados por hombres.
Test de Bechdel: Es un método para evaluar si un guion de película, serie, cómic u otra representación artística cumple con los estándares mínimos para evitar la brecha de género. Se acuñó a raíz del cómic Unas bollos de cuidado (Dykes to Watch Out For en inglés) y debe su nombre a su autora (Alison Bechdel). La historietista sentó las bases para reconocer el sexismo en la cultura (actualmente se utiliza mucho en el cine) en la tira The rule (1985), donde una mujer le dice a otra que solo va a ver películas que cumplan tres requisitos: tienen que tener un mínimo de dos mujeres, los dos personajes tienen que hablar entre ellas en algún momento de la película y cuando lo hagan, no deben hablar de un hombre. Aplicar la regla a cualquier filme demuestra la preeminencia del discurso masculino y pone de manifiesto que gran parte de los personajes femeninos solo existen para dar la réplica al protagonista.
Feminazi: Popularizada por el conservador Rush Limbaugh en 1992 para criticar al feminismo militante, esta palabra se utiliza en sentido peyorativo para referirse a feministas tachadas de radicales bajo el argumento de que el feminismo no busca la igualdad entre hombres y mujeres. En su libro The Way Things Ought to Be (Cómo deben ser las cosas), Limbaugh compara a las feministas a favor del aborto con los nazis, refiriéndose a él como un “holocausto moderno”. A día de hoy es un insulto frecuente en boca de quienes pretenden desprestigiar el feminismo y muchas mujeres que luchan por los derechos femeninos son tildadas de ‘feminazis’.
Hembrismo: Este neologismo se utiliza en castellano para definir “el machismo al revés”, o sea, considerar que las mujeres son superiores a los hombres. Suele equipararse a la misandria (odio a los hombres). Pero la realidad es que no existen organizaciones hembristas ni un movimiento hembrista. Por lo tanto, es una palabra utilizada por aquellos a los que el feminismo le incomoda para desprestigiarlo.
Sexismo: La RAE lo define como “discriminación de las personas por razón de sexo”. Aunque el término se utiliza para referirse a la discriminación de ambos sexos lo cierto es que las prácticas sexistas afectan principalmente a las mujeres dada la vigencia de creencias culturales que las consideran inferiores o desiguales a los hombres por naturaleza. Por ejemplo, aquellos que piensan que las mujeres tienen menos capacidad para tomar decisiones u ocupar puestos de liderazgo están siendo sexistas. También lo es la actitud de imponer una noción de masculinidad (género) a los hombres (sexo) y una noción de feminidad (género) a las mujeres (sexo).
Machismo: “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”, simplifica la Real Academia. Lo cierto es que el machismo presupone que las mujeres son seres inferiores a los hombres por naturaleza. También podríamos decir que es un conjunto de creencias, prácticas sociales, conductas y actitudes que promueven la negación de la mujer como sujeto en ámbitos diversos. Los ámbitos en los que se margina al género femenino pueden variar (económico, familiar, sexual, legislativo…) y en algunas culturas, se dan todas las formas de marginación al mismo tiempo. Ciertas voces señalan que el feminismo no es necesario porque ya no vivimos en una sociedad machista. Aunque se han producido grandes avances en términos de igualdad, vivimos un falso espejismo. El machismo es la razón por la que las mujeres no llegan a puestos de responsabilidad o por la que no cobran lo mismo que sus compañeros. También es el motivo por el que las mujeres son maltratadas y asesinadas. Porque el machismo mata.
Misoginia: Es el odio o la aversión hacia las mujeres o niñas. Aunque su manifestación más evidente es la violencia machista (ya sea física, psicológica o simbólica) también la denigración, discriminación, marginación o cosificación sexual de la mujer son formas de misoginia.
Con información de El País